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Siglos XX - XXI en Cataluña
El Catalanismo y el Nacionalismo catalán
La Renaixença fue, al principio, un movimiento cultural, histórico-literario, que perseguía, en la estela del Romanticismo europeo, la recuperación de la lengua y la literatura propias. Con el tiempo, y particularmente a raíz de la Revolución de 1868 y de su fracaso, el movimiento adquirió un cariz claramente político, orientado a la consecución del autogobierno para Cataluña en el marco del Estado liberal español.
En el último tercio del siglo XIX, el catalanismo fue formulando sus bases doctrinales, tanto en el campo progresista como en el conservador, al mismo tiempo que empezaba a establecer los primeros programas políticos (como las Bases de Manresa, 1892) y a generar un amplio movimiento cultural y asociativo, claramente reivindicativo.
En 1898, España perdió sus últimas posesiones coloniales en Cuba y Filipinas, lo cual no sólo conllevó una crisis de confianza importante, sino que impulsó decisivamente el catalanismo político. En 1901 nació la Liga Regionalista, de Enric Prat de la Riba y Francesc Cambó el primer partido político moderno en Cataluña y España, que en el año 1907, en coalición con otras fuerzas catalanistas (de los carlistas a los federales), agrupadas en la denominada Solidaridad Catalana, ganó las elecciones con el programa regionalista que Prat de la Riba había formulado en "La nacionalitat catalana" (1906).
En cuanto al movimiento obrero, el final del siglo XIX se caracterizará en Cataluña por tres tendencias: el sindicalismo, el socialismo y el anarquismo, a los cuales se sumará a inicios del siglo XX el lerrouxismo. Ello conduce a que en las primeras décadas del siglo XX se distingan dos grandes líneas de fuerza, el catalanismo y el obrerismo. El primero, bajo el liderazgo de Prat de la Riba, conseguirá una primera plataforma de autogobierno desde 1716: la Mancomunidad de Cataluña (1913-1923), presidida primero por éste, y más tarde por Josep Puig i Cadafalch. El obrerismo encontrará en el anarcosindicalismo la síntesis aglutinadora de anarquistas y sindicalistas, los dos sectores mayoritarios del movimiento obrero, y en la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), la organización de combate para luchar por sus derechos.
Reinado de Alfonso XIII y dictadura de Primo de Rivera
El verano de 1909 se produce una revuelta popular conocida como la Semana Trágica, en que la una huelga general degenera en actos de vandalismo que son reprimidos duramente.
La creciente conflictividad social degenerará a lo largo del reinado de Alfonso XIII, dando lugar desde 1917 a una intensificación de las tensiones y al desarrollo del pistolerismo, alentado desde la patronal contra los obreros y causante de una espiral de violencia, que conducirá al apoyo por parte de la burguesía catalana a una solución autoritaria: la dictadura del general Primo de Rivera (1923-1930).
Tras la caída de Primo de Rivera, la izquierda republicana y catalanista invirtió grandes esfuerzos para generar un frente unitario, bajo la figura de Francesc Macià. Así nació ERC, un partido que logró romper el abstencionismo obrero y consiguió un triunfo espectacular en las elecciones municipales del 12 de abril de 1931, que precederían a la proclamación de la Segunda República Española.
Segunda República Española
La proclamación de la República permitiría la instauración de la Generalidad de Cataluña y la aprobación del Estatuto de Autonomía de Cataluña de 1932, que a pesar de sus múltiples limitaciones, supuso la realidad de un autogobierno. La Generalitat republicana desarrollaría, gracias a la labor de sus dos presidentes, Francesc Macià (1931-1933) y Lluís Companys (1934-1939), una gran tarea, a pesar de la grave crisis económica, sus repercusiones sociales y las vicisitudes políticas del periodo, entre ellas su suspensión en 1934, con motivo de los incidentes acaecidos en Barcelona en octubre de dicho año.
En cuanto al movimiento obrero, destaca la crisis de la CNT con la escisión de los treinta y la formación del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) y del Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC).
Cataluña durante la Guerra Civil
Tras la victoria electoral de las izquierdas en febrero de 1936, tuvo lugar en julio la rebelión armada contra la República, que iniciaría la guerra civil. La derrota de la rebelión militar en Cataluña supuso su incorporación al bando republicano. El desarrollo de la guerra en Cataluña se caracterizó en una primera fase por una situación de doble poder: el nominal de la Generalitat y el real de las milicias populares armadas y el Comité Central de Milicias Antifascistas de Cataluña. Los enfrentamientos entre los partidos obreros fueron muy violentos y se saldaron con la derrota de la CNT-FAI y el POUM, sobre el cual el PSUC desató una fuerte represión. Esta situación se resolvería progresivamente a favor de la Generalitat, pero al mismo tiempo vería reducida su autonomía por el gobierno central. El esfuerzo bélico de la Generalitat se concentró en dos frentes: Aragón y Mallorca, siendo la segunda un verdadero fracaso. El frente de Aragón resistió con firmeza hasta 1937, cuando la ocupación de Lérida y Balaguer lo desestabilizó.
Finalmente las tropas franquistas rompieron en dos el frente republicano al ocupar Vinaroz, lo que aisló a Cataluña del resto. La derrota de los ejércitos republicanos en la batalla del Ebro supuso la ocupación de Cataluña entre 1938 y 1939 por las tropas franquistas, que suprimieron la autonomía e instauraron un régimen dictatorial, que supondría fuertes estragos contra el catalanismo y la cultura catalana.
El Franquismo
En el invierno de 1939 Cataluña fue ocupada por el ejército franquista. La victoria del bando llamado nacional y la dictadura que instauró el general Franco comportó, en toda España, el exilio, la muerte y la represión de numerosos militantes republicanos. En 1940, el presidente de la Generalitat, Lluís Companys, capturado en Francia por los nazis, fue entregado a las autoridades franquistas y fusilado en Barcelona.
El franquismo (1939-1975) supuso en Cataluña, como en el resto de España, la anulación de las libertades democráticas, la prohibición y persecución de los partidos políticos, la clausura de la prensa no adicta al régimen y la eliminación de las entidades izquierdistas. Además, se suprimieron el Estatuto de Autonomía y las instituciones de él derivadas, y se persiguió con sistematicidad la lengua y la cultura catalanas en todas sus manifestaciones públicas e incluso (en los primeros tiempos) privadas. Cualquier signo de resistencia fue suprimido con energía, 4.000 catalanes fueron ejecutados entre 1938 y 1953, por mantenerse fieles a la legalidad republicana.
Tras la primera etapa de economía autárquica, en la década de los años 1960 la economía entró en una etapa de modernización agrícola, de incremento de la industria y recibió el impacto del turismo de masas. Cataluña fue también una de las metas del movimiento migratorio, que dio a Barcelona y a las localidades de su entorno un crecimiento acelerado. También se desarrolló fuertemente la oposición antifranquista, cuyas manifestaciones más visibles en el movimiento obrero fueron Comisiones Obreras, desde el sindicalismo, y el PSUC.
Después de una larga y dura posguerra, caracterizada por el clima de represión política y social y de atraso económico y cultural, la España franquista experimentó, a partir de la coyuntura de 1959 y pese a las condiciones políticas adversas, un periodo de expansión económica, que fue determinado por la inserción tardía, aunque rápida, de España en general y de Cataluña en un desarrollo europeo más amplio, correspondiente a lo que se ha llamado los 'treinta años gloriosos' (1945-1975).
En este periodo, Cataluña experimentó un gran incremento de la población, que pasó de 3 a 6 millones de habitantes entre 1950 y 1980. Este enorme salto demográfico, que fue posible gracias a la existencia de una industria que necesitaba mano de obra, fue posible por la aportación migratoria de gentes venidas, fundamentalmente, del sur de España. Esta aportación demográfica ha configurado, de una forma decisiva, la sociedad catalana actual.
La Transición democrática
Con la muerte del general Franco (1975), se inició el periodo conocido como transición democrática, a lo largo del cual se irían alcanzando las libertades básicas, consagradas por la Constitución española de 1978. En 1977 fue restablecida de forma provisional la Generalitat de Cataluña, en la persona de su presidente exiliado, Josep Tarradellas, regresado a Barcelona en octubre de ese año. En la Constitución se reconoce la existencia de comunidades nacionales en el Estado español, lo que da lugar a la formulación del Estado de las Autonomías.
Tras las primeras elecciones generales, en 1977, se restauró provisionalmente la Generalidad, al frente de la cual se situó Josep Tarradellas y que componían representantes de las fuerzas más relevantes en aquel momento.
En 1979, se aprobó finalmente un nuevo Estatuto de Autonomía de Cataluña, netamente superior al de 1932 en algunos aspectos como enseñanza y cultura, pero inferior en otros como justicia, finanzas y orden público. En él, Cataluña se define como “nacionalidad”, se reconoce el catalán como “lengua propia de Cataluña” y alcanza la oficialidad junto al castellano. Tras su promulgación, tuvieron lugar las primeras elecciones catalanas, que dieron la presidencia de la Generalitat a Jordi Pujol, de Convergència i Unió, cargo que ostentaría, tras seis triunfos electorales consecutivos, hasta el año 2003.
Desarrollo autonómico
A lo largo de los años 1980 y años 1990 se desarrollaron diferentes aspectos de la construcción autonómica, entre ellos el despliegue de la policía autonómica, los Mossos d'Esquadra, la creación de la administración comarcal y el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña. También se desarrolló la Ley de Normalización Lingüística, a fin de fomentar el conocimiento y el uso del catalán y se crearon la Corporació Catalana de Ràdio i Televisió, los medios de comunicación, radio y televisión, de titularidad pública catalana.
En 1986 España se integró dentro de la Unión Europea, dentro de la cual Cataluña propugna el reconocimiento del papel de las regiones como motores del desarrollo económico y del bienestar social.
El 5 de noviembre de 1992, España ratificó en Estrasburgo, la Carta europea de las lenguas regionales o minoritarias, por la que adquiere entre otros, el compromiso de reconocerlas, respetarlas y promoverlas.
En 1992 Barcelona celebró los Juegos Olímpicos, que sirvieron para dar a Cataluña un reconocimiento internacional. A lo largo de la década de los años 1990, la ausencia de mayorías absolutas en el gobierno español apenas contribuyó a ampliar las competencias autonómicas, a pesar del apoyo de CiU al último gobierno de Felipe González (1993-1996) y al primero de José María Aznar (1996-2000).
Estos años se han visto presididos por un proceso simultáneo de modernización económica y política en toda España, que ha acercado el país a los estándares medios de la Unión Europea, y por un afianzamiento de la personalidad y de la cultura catalanas.
Siglo XXI
Esta situación, el desgaste de CiU tras tantos años en el gobierno, y la agresividad de los últimos gobiernos de Aznar, apoyados por CiU, condujo a que, en noviembre de 2003, los resultados de las elecciones autonómicas posibilitaran un cambio de partidos en el gobierno de la Generalitat. A pesar de no haber ganado las elecciones por número de escaños, Pasqual Maragall (PSC-PSOE) fue nombrado presidente, encabezando un gobierno de coalición formado por el PSC-PSOE-CpC, ERC y ICV-EUA, el Tripartito catalán.
El tripartito ha resultado inestable políticamente, especialmente con el proyecto de reforma del Estatuto de Autonomía de Cataluña, y habrá nuevas elecciones autonómicas en el otoño del 2006.
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