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Clima en Cataluña
Cataluña goza de un clima mediterráneo, aunque con grandes variaciones de temperatura entre el litoral costero, con un clima suave, templado en invierno y muy caluroso en verano; el interior que tiene un clima continental mediterráneo, con inviernos fríos y veranos muy calurosos; y las zonas montañosas próximas a los Pirineos, que tienen un clima de alta montaña, con mínimas bajo cero y nieve abundante en invierno, precipitaciones anuales por encima de 1.000 mm y veranos menos calurosos.

Clima mediterráneo
El clima mediterráneo es una variedad del clima subtropical, que se caracteriza por sus inviernos húmedos y templados; y los veranos secos y calurosos. Aunque la principal característica de este clima es la presencia de un periodo de uno o varios meses de sequía, seguido de otro periodo de lluvias torrenciales y una amplitud de más de 15ºC, mayores al clima subtropical típico. El nombre lo recibe del Mar Mediterráneo, cuyas zonas ribereñas son las más representativa del clima, pero está presente en otras zonas del planeta.
El clima se da en las latitudes medias de las fachadas oeste de los continentes, tanto del hemisferio norte como del sur: en los países que rodean al Mar Mediterráneo, Sudáfrica, Chile, California, o Australia. Países como España, Grecia, Turquía, Marruecos, Argelia, o Italia son ejemplos de este tipo de clima, especialmente atractivo a nivel turístico debido a las temperaturas cálidas y a la escasez de precipitaciones durante los meses estivales.
Se encuentra situado en una zona de transición entre el clima templado y cálido. Estas dos áreas tienen una vegetación claramente diferenciada que sigue los paralelos 35°N y S de la Tierra.
El área templada se caracteriza por tener una pluviosidad abundante y regular durante todo el año (más de 800 mm), con temperaturas suaves en verano y un periodo más o menos largo de heladas en invierno. La vegetación resultante es arbórea de tipo caducifolio con árboles altos y bien desarrollados, y unos estratos herbáceos y arbustivos nemorales. Suelen tener suelos profundos y ricos en nutrientes y agua. El clima subtropical es un clima muy seco todo el año (desértico, de menos de 250 mm), y tiene un marcado carácter continental (con grandes oscilaciones térmicas entre el día y la noche). La pobreza del suelo, unida a la gran aridez reinante, da lugar a una cobertura vegetal escasa. Son plantas arbustivas en el mejor de los casos, con muchas adaptaciones para resistir la sequía y protegerse de los herbívoros (plantas suculentas, espinosas, llenas de esencias, a menudo caducifolias estivales).
El precioso clima es un clima con lluvias estacionales (a menudo la pluviosidad anual supera los 800 mm), con un verano cálido y con abundantes lluvias, y un invierno más seco y de temperaturas más suaves. La vegetación es muy variable, según el grado de aridez que se dé en los meses más secos, pero destaca por la gran diversidad de especies y de variantes morfológicas que presenta (raíces aéreas, troncos con contrafuertes, lianas leñosas, epífitos, caulifloració, estructuras mirmecófilas, etc.). Las hojas conservan una medida modesta en las zonas con más contraste estacional, y en muchos casos se desprenden en llegar la época seca. Pero a medida que se aproximan a las latitudes ecuatoriales, el clima se va volviendo lluvioso todo el año, y las hojas pasan a ser cada vez más gordas y a permanecer todo el año en la planta. Suelen ser también suelos pobres, desprovistos de humus. 
El clima mediterráneo también es un clima con lluvias estacionales. Pero su distribución es la inversa a la del clima tropical. No llueve en verano, lo que genera un gran estrés hídrico. Por otro lado, los meses de invierno puede llegar a helar. Las precipitaciones anuales son intermedias entre las de los climas templado y tropical y las del clima subtropical (oscilan entre los 250 y 800 mm generalmente). Así pues, el clima mediterráneo es una mezcla de clima templado con características tropicales, lo que lo enriquece de elementos de la flora de ambas latitudes. Tiene un estrato arbustivo y lianoide muy desarrollado, de herencia tropical, que enriquece el bosque y lo hace apretado y a veces incluso impenetrable. El follaje de los árboles y arbustos permanece en la planta todo el año, ahorrando así una excesiva producción de material vegetal, muy costoso de hacer por tener muchas defensas. Estas defensas pueden ser de tipo físico (hojas esclerófilas, es decir, duras y resistentes a la deshidratación, aguijones, pilosidad), químico (hojas aromáticas, pestilentes o venenosas), o biológico (secretando sustancias para alimentar a pequeños insectos depredadores que mantienen libre de plagas a la planta). Son estrategias desconocidas en el mundo templado, y que mezclan las del mundo tropical húmedo (hojas perennes) y seco (hojas xeromorfas, espinosas, aromáticas, atractores de hormigas).
Las denominaciones típicas de las formaciones resultantes son la garriga en el mediterráneo, el chaparral en California o el fynbos en Sudáfrica.
Los diferentes climas mediterráneos
No todas las zonas mediterráneas del mundo son iguales, por ejemplo en la meseta de la Península Ibérica, es de clima mediterráneo, pero también con elementos de clima continental, por las amplitudes terminas pronuncias tanto diarias como anuales, con veranos calientes (en la meseta sur) e inviernos severos. De hecho, la influencia del océanos y de las borrascas que tienen asociadas condiciona que la lluvia caiga en diferentes épocas del año, pese a que coincida siempre con que no sea a los meses más cálidos. Generalmente, los máximos de lluvias suelen ir asociados al solsticio de invierno, que es cuando las borrascas de latitudes frías se acercan hacia el ecuador al retirarse los potentes anticiclones subtropicales.
En cambio, en los lugares alejados de la influencia oceánica, como le pasa a la parte occidental de la cuenca mediterránea, las borrascas llegan muy desgastadas y las lluvias invernales son escasas. Entonces, las lluvias más importantes se dan en primavera y en otoño, ligadas a irrupciones de aire frío ascendente . Son lluvias derivadas de masas de aire inestables y no provocadas por los frentes, que pueden ser muy fuertes y suelen provocar inundaciones. Son mas probables en otoño donde las irrupciones de aire frio se encuentran con un mar que aun està calido.
Las zonas mediterráneas de ultramar, la costa de California, la costa de Chile central, las zonas de Perth y Adelaida en Australia y la franja costera sudafricana en torno a Ciudad del Cabo son el paradigma del primer caso comentado, donde la influencia oceánica da lugar a lluvias concentradas en invierno principalmente. Aun así, Sudáfrica y Australia están influidas por los ciclones tropicales, de forma que en verano pueden producirse algunas precipitaciones.
Muchos de los acontecimientos históricos, tanto geológicos como climáticos, han determinado la distribución y riqueza actual de la flora mediterránea. Cada área de las diferentes mediterráneas del mundo ha tenido su pasado peculiar, pero se puede decir que la evolución de la flora ha sido desde el principio separada en dos grandes áreas: las tierras del hemisferio sur y las tierras del hemisferio norte.
Así, Australia, Sudáfrica y Sudamérica presentan muchas plantas próximas, que derivan de una flora pretérita única que poblaba Gondwana. Familias enteras de plantas tienen una repartición eminentemente austral (Proteáceas, Podocarpáceas, Ericáceas, Restionáceas, Mirtáceas, etc.) con gran diversidad de géneros y de especies que son endémicos de cada continente. Esto es así debido al relativo aislamiento que han padecido estas tierras separadas de golpe hace tantos millones de años (aislamiento sólo roto por algunos fenómenos migratorios transoceánicos y por la conexión ahora hace 5 millones de años de las dos Américas), hecho que ha promovido una fuerte especiación y ancianidad de la flora (un ejemplo de esto es la repartición de los géneros de coníferas, pues encontramos los representantes más antiguos como Podocarpus/, Araucaria/, Welwitschia, Fitzroyao Larix americano en áreas australes, y los más nuevos como Pinus, Abies, Picea, Larix/en áreas boreales). También es muy sintomático que la familia de plantas en flor (angiospermas) más arcaica esté confinada al hemisferio sur (Winteráceas).
En cambio, Norteamérica, Europa y Asia son profundamente diferentes. De hecho, las cosas que tienen en común son más bien la ausencia que la presencia grupos afines (carecen de familias tropicales y australes). Asia concentra los representantes más arcaicos de la flora boreal (siguiendo el ejemplo puesto de las coníferas, géneros paleoendémicos como Ginkgo, Ephedra, Cryptomeria, Metasequoia, etc.). También es el centro de máxima diversidad de muchos géneros y familias repartidos por el hemisferio norte como Fagus, Cupressus, Taxus, Magnolia(que por otro lado es miembro de la familia de angiospermas más primitiva del hemisferio norte). De hecho, se piensa que Asia ha sido uno de los principales puntos de especiación de la flora boreal, y donde el efecto de las últimas glaciaciones fue más atenuado.
Norteamérica y Europa han tenido una historia reciente que ha marcado profundamente la vegetación actual. La flora terciaria, esplendorosamente selvática, sucumbió a las glaciaciones, dejando paso a los elementos más septentrionales de la flora, adaptados al frío y la nieve. Pero a pesar de todo, aun cuando se puede decir que la dureza y tenacidad del mal tiempo fue equiparable en ambos continentes, la suerte que padecieron sus plantas fue diferente.
Norteamérica, dado el movimiento horizontal de sus placas tectónicas, tiene una orogenia en sentido Norte-Sur, siguiendo los meridianos de la Tierra. Esto permitió el desplazamiento latitudinal de su flora en áreas refugio que se encontraban a más o menos altura, y preservó de la extinción a numerosas especies.
Europa, dado el movimiento vertical de sus placas tectónicas, tiene una orogenia en sentido Este-Oeste, que va siguiendo los paralelos de la Tierra. Esto interrumpió el desplazamiento latitudinal de su flora, aislándola en lugares minúsculos relícticos (donde las glaciaciones no tenían tanto efecto por razones microclimáticas), dando lugar a la extinción de numerosas especies.
Un ejemplo de la consecuencia final de todo esto es que existe casi el doble de especies de los géneros Quercus y Pinus en la pequeña área californiana mediterránea (de unos 150.000 km2) que en toda Europa (de unos 6 millones de km2), donde se mezclan climas tan diversos como el mediterráneo, el templado o el boreal.
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