Siglo XVI al XIX en Cataluña
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Historia

 

Siglo XVI al XIX en Cataluña

Cataluña durante la Edad Moderna

 

Siglo XVI

Ya desde los tiempos de los Reyes Católicos los catalanes participan directamente en las expediciones y campañas militares españolas. El almirante Cardona conquista Mers-el-Kebir en 1505. Pere Bertran i de Margarit , ampurdanés, acompaña a Colón en su segundo viaje.

En el siglo XVI, la población catalana inició una recuperación demográfica y una cierta recuperación económica. El reinado de Carlos I fue para Cataluña una etapa de armonía en la nueva estructura que formaban ahora los reinos hispánicos, a pesar de la marginación que Cataluña experimentó en la dinámica anexionista de la monarquía española, tanto por su escasa participación en el descubrimiento de América, como en su ausencia de las grandes empresas europeas de Carlos I y Felipe II. Ello se explica por el paso del peso político y económico internacional del Mediterráneo al Atlántico y por la preeminencia del reino de Valencia en el espacio de la vieja confederación.

El reinado de Felipe II marcaría, en cambio, el inicio de un proceso de deterioro, aunque en Cataluña no se concretaría en ninguna ruptura. Entre los elementos más negativos de este periodo destacan la piratería berberisca sobre las zonas costeras y el bandolerismo en las zonas interiores. La nueva dinámica y las nuevas fidelidades que generaba originaron también un retroceso en la lengua y en la cultura catalanas, que iniciaron una etapa de decadencia, tras la brillantez de los siglos anteriores.

Durante el reinado de Felipe II, hubo catalanes, como Luis de Requesens que participaron activamente en la política exterior española, tanto diplomáticamente como por el uso de las armas.

 

Siglo XVII

En 1638 el conquistador catalán Joan Orpí funda Nueva Barcelona en la actual Venezuela.

En el siglo XVII, las crecientes tensiones con la monarquía culminaron en una violenta rebelión, la guerra de los Segadores (1640-1652). Ya con Felipe III, las relaciones experimentaron un claro deterioro, especialmente a causa de los conflictos entre un rey deseoso de aumentar sus recursos económicos, después de haber agotado los de Castilla, y unas instituciones catalanas muy desarrolladas, donde el poder era ostentado por una oligarquía preocupada por mantener su predominio en una coyuntura de grave crisis económica y social.

Durante el reinado de Felipe IV la situación se agravó, especialmente gracias a la actuación del Conde-Duque de Olivares, deseoso de sustentar su ambiciosa política exterior mediante la aportación de los reinos peninsulares, para lo cual intentó distanciarse de la concepción política confederal, que había prevalecido hasta entonces, en beneficio de una concepción unitarista y centralizadora. En Cataluña, el levantamiento tuvo un gran apoyo social, especialmente a causa de las escasas contrapartidas ofrecidas por la Corona.

La concentración de los tercios en el Rosellón, a finales de la década de los treinta, con motivo del conflicto con Francia en la Guerra de los Treinta Años, a los cuales debían alojar y alimentar los campesinos, generaron graves tensiones, que culminarían el 7 de junio de 1640, jornada conocida como el Corpus de Sangre, con una matanza de funcionarios reales diversos, no exclusivamente castellanos. Posteriormente los motines se extendieron, pero la Diputación del General consiguió encauzar la revuelta, para dirigirla contra la política de conde-duque, de manera que una revuelta social se transformó en una guerra política contra la dominación castellana, esto es, en una guerra de secesión, que se extendería hasta 1652, a pesar de que algunas zonas, como el Valle de Arán, se mantuvieron fieles a Felipe IV.

Tras una efímera República catalana, creada a imitación de las Provincias Unidas de los Países Bajos, la Diputación, forzada por la situación militar, reconoció a Luis XIII de Francia como soberano de Cataluña, lo que sirvió a Richelieu para poner en graves dificultades a España durante la Guerra de los Treinta Años. Con la capitulación pactada de Barcelona (1652) y tras doce años de lucha, Felipe IV consiguió invadir las tierras catalanas situadas al sur de los Pirineos. La guerra con Francia se prolongaría hasta 1659, año en que, por la Paz de los Pirineos, España cedía a Francia el condado del Rosellón y la mitad norte del de la Cerdaña.

En las últimas décadas del siglo XVII, a pesar de la persistencia de conflictos bélicos con Francia, se inició la recuperación de la actividad económica catalana, la cual se localizó a lo largo del a franja litoral del país e incluso en zonas del interior, evitando su centralización en Barcelona.

 

Siglo XVIII

Con la muerte del rey Carlos II y su sucesión por parte de Felipe V (1700) se instaló en el trono hispánico una nueva dinastía, la Casa de Borbón, reinante en Francia, que sustutuía a la de los Habsburgo. Esta circunstancia llevó a la formación de la Gran Alianza de la Haya por parte de Inglaterra, las Provincias Unidas y Austria a favor de los derechos del archiduque Carlos de Austria, iniciándose así la Guerra de Sucesión Española.

Aunque en Cataluña se aceptó inicialmente a Felipe V, ante sus formas absolutistas y centralistas, y su política económica pro-francesa, pronto se abrió una etapa de hostilidad y oposición que culminó con el ingreso del Principado (pacto de Génova) y de toda la Corona de Aragón, salvo el Valle de Arán y algunas ciudades, en la Alianza de la Haya. Así, mientras en los reinos de Castilla y de Navarra Felipe V era comúnmente aceptado, en la Corona de Aragón, Carlos, instalado en Barcelona, era reconocido como rey Carlos III. Aunque el apoyo al archiduque en la Corona de Aragón no fue unánime (ciudades como Cervera permanecieron fieles a Felipe V), sí fue abrumadoramente mayoritario.

La evolución posterior de la guerra, desfavorable a las posibilidades de Carlos, y los tratados de paz Utrecht-Rastadt (1713-1714), dejaron a la Corona de Aragón internacionalmente desamparada frente al poderoso ejército franco-castellano de Felipe V, quien ya había manifestado su intención de suprimir las instituciones propias. A pesar de la resistencia a ultranza, como ocurrió con Aragón y Valencia (1707), todo el territorio catalán fue invadido y Barcelona finalmente capituló el 11 de septiembre de 1714.

Una cruenta y sistemática represión fue acompañada por los Decreto de Nueva Planta (Aragón y Valencia en 1707, Cataluña en 1716). Con ello se anexionaba la Corona de Aragón al reino de Castillay se ponía fin así a la unión dinástica que había dado origen a la Monarquía Hispánica de los Austrias. La Nueva Planta significó también la sustitución de la lengua catalana por el castellano en todo el ámbito público: la administración, la enseñanza, etc. Ello comportó un declive de la lengua -mantenida sin embargo en el ámbito familiar- y de la cultura catalanas, del que no saldría hasta la llamada Renaixença del siglo XIX. En el terreno económico, y una vez superados los efectos de la guerra y de la ocupación militar, Cataluña experimentó un progresivo proceso de desarrollo agrario, comercial y manufacturero, que puso las bases para la industrialización del siglo siguiente.

En Cataluña se creaba una nueva estructura territorial y administrativa a imagen de la de Castilla (excepto en el Valle de Arán), se instauraba el catastro y otros impuestos por los que la monarquía conseguía por fin sus objetivos de control económico, se centralizaban todas las universidades catalanas en Cervera, como premio a su fidelidad y para controlar mejor a las élites cultivadas (situación que se prolongó hasta 1842), se desterraba progresivamente la lengua catalana de los ámbitos públicos y de gobierno en favor del castellano, y se construía una poderosa cuidadela o fortaleza en Barcelona para dominar al Principado y a su capital.

A pesar de la difícil situación interna, Cataluña lograría a lo largo del siglo XVIII una notable recuperación económica, centrada en un crecimiento demográfico importante, un aumento considerable de la producción agrícola y una reactivación comercial (especialmente gracias al comercio con América, abierto solo a partir de 1778), transformaciones éstas que marcarían la crisis del Antiguo Régimen y posibilitarían después la industrialización, un primer proceso de la cual se daría en el siglo XVIII, especialmente centrado alrededor del algodón y otras ramas textiles.

A finales de siglo, sin embargo, las clases populares empezaron a notar los efectos del proceso de proletarización que ya se manifestaba, lo cual dio lugar a diferentes situaciones críticas hacia finales de ese siglo. En la década de los noventa se iniciaron además nuevos conflictos en la frontera con Francia, derivados de las consecuencias de la Revolución Francesa.

 

Siglo XIX

En 1808, Cataluña fue ocupada por las tropas de Duhesme, general de Napoleón, tras el comienzo de la Guerra de Independencia Española en Móstoles. Durante el conflicto, Cataluña fue incorporada al Imperio Francés y dividida en departamentos. El dominio francés se extendió hasta 1814, cuando el general Wellington firmó el armisticio por el cual los franceses debían abandonar Barcelona y otras plazas fuertes que habían ocupado hasta el último momento. Es digno de destacar el asedio al que fue sometida Gerona, defendida por sus habitantes, bajo la dirección del general Álvarez de Castro y donde los franceses perdieron gran cantidad de hombres y medios hasta conseguir rendirla con el hambre, las epidemias y el frío el 10 de diciembre de 1809.

Una sociedad industrial

Colonia industrial de Terrassa

En el siglo XIX, Cataluña se convirtió en la región más industrializada de España: se ha podido afirmar que Cataluña era la fábrica de España. Este desarrollo industrial -que se basó en el textil, el sector claramente hegemónico- tuvo lugar entre el año 1833, en el que empezó a funcionar en Barcelona la primera fábrica mecanizada movida con vapor, y vísperas de la Primera Guerra Mundial, momento en el que la economía catalana ya se podía considerar plenamente industrial.

Colonia industrial de Terrassa

La industrialización dio lugar a una nueva sociedad, diferenciada del resto de España, con un grado creciente de conflictividad social y con una desavenencia también creciente respecto del Estado español, que se consideraba incapaz de responder a los intereses de una sociedad como la catalana. Ello comportó que a lo largo del siglo XIX, y a partir del recuerdo del esplendor medieval y de las libertades perdidas, fuesen sucediéndose los movimientos que propugnan el reconocimiento de la personalidad catalana, que van del particularismo de principios de siglo hasta diversas formas de federalismo y de regionalismo. Esta reivindicación se vio impulsada, desde mediados de siglo, por el resurgimiento de la cultura y de la lengua catalanas propugnadas por lo que se conoció como Renaixença.

 

 

Reinado de Fernando VII

Durante el reinado de Fernando VII (1808-1833) se sucedieron diversas sublevaciones en territorio catalán y tras su muerte, el conflicto por la sucesión entre el infante Carlos María Isidro y los partidarios de Isabel II dio lugar a la primera guerra carlista, que se prolongaría hasta 1840, especialmente virulenta en territorio catalán. La victoria de los liberales sobre los absolutistas dio pie al desarrollo de la revolución burguesa bajo el reinado de Isabel II. Estos se dividieron pronto en moderados y progresistas, mientras que en Cataluña se empezaba a desarrollar el republicanismo. También coincide con el avance de la industrialización y el consecuente surgimiento de una nueva clase social, el proletariado, que soportaría condiciones de vida y trabajo inhumanas.

 

Renaixença y nacimiento del Catalanismo cultural

La industrialización estaría marcada por una grave escasez de recursos energéticos propios y la debilidad del mercado interior español, además de por las presiones para adoptar políticas proteccionistas que evitaran la competencia de productos extranjeros. A partir del segundo tercio del siglo se desarrolló también la Renaixença, un movimiento cultural de recuperación del catalán como lengua de cultura, que empezaba a superar así su larga etapa de decadencia.

 

Reinado de Isabel II

El desarrollo del reinado de Isabel II, marcado por la corrupción, la ineficacia administrativa, el centralismo y las tensiones políticas y sociales, se tradujo en un progresivo aumento de la agitación social y en el desarrollo de la ideología republicana y federal. De ahí que cuando en 1868, estalló la Revolución de septiembre, también conocida como La Gloriosa, producto de la crisis económica que vivía España, que dio lugar al llamado Sexenio Revolucionario, los acontecimientos se vivieran apasionadamente.

 

Primera República española

Entre los hechos más destacados se encuentran el gobierno del general Prim y su asesinato, la revuelta federal de 1869, la instauración de la monarquía de Amadeo I, la proclamación de la Primera República Española, el estallido de la tercera guerra carlista y la difusión de las ideas de la Primera Internacional.

 

Restauración borbónica

En 1874, el pronunciamiento del general Martínez Campos en Sagunto dio paso a la Restauración borbónica en la persona de Alfonso XII. Es este un periodo de estabilidad política, de represión del movimiento obrero, de desarrollo de la actividad política en Cataluña, que se extendería hasta inicios del siglo XX, momento en que afloraría nuevamente la oposición política, especialmente de republicanos y catalanistas y las tensiones sociales.

 

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