Edad Antigua en Cataluña
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Historia

 

La Edad Antigua en Cataluña

Este periodo se caracteriza en una primera etapa confluencia de diferentes culturas colonizadoras en el actual territorio catalán, en particular la griega, los cuales fundaron, hacia el 600 a.C., la factoría de Emporion (Empúries)y la de Rode (Roses) que fueron dos de las colonias griegas más occidentales, la fenicia y la cartaginesa que darán lugar a la formación, como en el resto de la península, de la cultura ibérica.

Sant Marti d´Empuries

De esta etapa es la formación de Ampurias, en la costa gerundense, enclave comercial impulsado por la ciudad griega de Focea desde Massalia (actual Marsella), en el siglo VI a.C..

En lo que se refiere a la civilización ibérica, se ha constatado la existencia de diferentes tribus dispersas por tierras catalanas, entre ellos los indigetes (en el Ampurdán), los ceretanos (en la Cerdaña) o los airenosinos (en el Valle de Arán).

Se distinguen cuatro grandes periodos en el actual territorio de Cataluña. El inicial, que abarca del siglo VIII al VII a.C., que corresponde a una etapa de formación, en que los pueblos indígenas entran en contacto con pueblos colonizadores, y en el que aparecen los primeros objetos de hierro. El segundo es el periodo antiguo, del siglo VII a.C. a mediados del V a.C., en el que se consolida el proceso de iberización. Le sigue un período de plenitud, que va de mediados del siglo V hasta el siglo III a.C. Y, finalmente, la fase de decadencia, que se inicia en el 218 a.C. con la presencia de Roma, en que la cultura ibérica es absorbida por el potente impulso de la romanización.

La segunda etapa de la historia antigua en Cataluña corresponde al período de romanización, iniciado en el siglo III a.C. La llegada de los romanos a la Península Ibérica tuvo lugar en el 218 a.C., con el desembarco de Cneo Cornelio Escipión en Ampurias, con el objetivo de cortar las fuentes de aprovisionamiento de los ejércitos del cartaginés Aníbal durante la Segunda Guerra Púnica.

Tras la derrota de los cartagineses y de diferentes tribus ibéricas sublevadas ante la presencia romana, en el 195 a.C., se completó prácticamente la conquista romana en territorio catalán y se inició el proceso de romanización, a través de la cual los distintos pueblos peninsulares fueron asimilados por la cultura romana y abandonaron sus propios rasgos.

La romanización, que dejó una fuerte huella en Cataluña, se impuso limpiamente hacia finales del siglo I a.C., cuando ya se había consolidado la penetración de la lengua latina, el sistema legislativo y de las estructuras sociales -o sea, la organización urbana y del campo, conectadas por la red de vías de comunicación. La ciudad de Tarraco (la actual Tarragona) se convirtió en capital de la provincia Tarraconense -que comprendía un amplio territorio desde los Pirineos hasta Cartagena-, y fue uno de los grandes centros políticos y religiosos de Hispania, que mantuvo su importancia -bien visible en los importantes restos arqueológicos conservados- durante el Bajo Imperio. Con el Cristianismo se convirtió en centro de un arzobispado.

Conjunto arqueologico de TarragonaEl actual territorio catalán quedó englobado primero en la provincia llamada Hispania Citerior, para formar parte desde el 27 a.C. de la Tarraconense, cuya capital fue Tarraco (actual Tarragona).

Conjunto arqueologico de Tarragona

Producto del periodo romano será la adopción de toda la estructura administrativa y las instituciones propiamente romanas, el desarrollo de una gran red urbana y viaria, la generalización de un sistema agrícola basado en la trilogía mediterránea (cereales, viña y olivo), la introducción de los regadíos, el desarrollo del derecho romano y la adopción del latín.

El reino visigótico, que sucedió al dominio romano, luchó por mantener las estructuras de un imperio centralizado, con sede en Toledo, pero se acabó con la conquista musulmana de la Península: el 714 se produjo la primera penetración arábico-musulmana en las tierras catalanas. La penetración islámica, que tuvo su techo en Poitiers (732), conllevó la arabización de gran parte de la Península Ibérica, incluida la futura Cataluña. Sin embargo, el territorio fronterizo con el Imperio Franco fue progresivamente conquistado desde el norte. En el 785 la ciudad de Girona se dio a los francos, y en el 801 los carolingios conquistaron Barcelona. Fue precisamente alrededor del condado de Barcelona -cuyos primeros condes fueron francos- donde se aglutinaron el resto de condados pirenaicos, que formaban la llamada Marca Hispánica. A partir de Guifré el Pelós (878-897), el condado de Barcelona se convirtió en hereditario, con lo cual se dio el primer paso hacia la soberanía y la constitución de un Estado catalán.

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